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  • Teresa Hyam

La juventud solidaria: los jóvenes que reparten alimentos a familias afectadas por la crisis

Actualizado: 15 abr 2021

Un grupo de amigos universitarios creó en mayo del 2020, una organización colaboradora de Cáritas, De Familia a Familia, encargada de conectar familias donantes de alimentos no precederos con familias receptoras.


Los jóvenes de "De familia a familia" organizan los alimentos que han recaudado
 

La crisis provocada por la covid-19 ha aumentado la pobreza en Madrid y cada vez más familias solicitan este tipo de ayudas. Desde Chamberí al día les hemos acompañado una tarde en su tarea de voluntariado que empieza en nuestro barrio.


A las 18:00 de un viernes suena el telefonillo de un portal de Río Rosas. “Elena, ábreles” le dice María a su hija mientras prepara la bolsa de alimentos. Son los voluntarios de “De Familia a Familia”, una organización creada después de la cuarentena por un grupo de 8 amigos universitarios que se encarga de conectar familias donantes de alimentos no perecederos con familias receptoras. Paula y Jaime, dos de los fundadores, recogen el pack y con una sonrisa agradecen la ayuda, a lo que María les contesta: “Gracias a vosotros que tan jóvenes hacéis cosas tan bonitas”. La suya, es una de las familias que desde mayo han ayudado a alimentar a más de 37 familias y 150 personas.


Siguiente parada, la primera recogida ha sido en Chamberí. Toca recorrer Madrid una tarde de viernes lluviosa y con mucho tráfico. Antes de arrancar, Paula comprueba que estén todos los alimentos de la lista y observa que han añadido gel y compresas a la donación. “Hay semanas que las familias necesitan otras cosas como productos de higiene o mascarillas”, explica. “Luego le damos las gracias a María”, dice Jaime.


Cada semana los voluntarios se encargan de buscar donantes y a través de Whatsapp les envían una lista de la compra de alimentos frescos. “Es una lista orientativa de lo que debería incluir un pack, por ejemplo: una docena de huevos, una bandeja de pollo y otra de carne, 5kg de verduras, algo de dulce…” Los donantes pueden incluir lo que deseen, pero los voluntarios necesitan seguir unas cantidades aproximadas para poder llevar un orden logístico. Cáritas asigna a De familia a familia un número de “packs” y de familias receptoras y los voluntarios se encargan de encontrar donantes y repartir los alimentos. Empezaron siendo ocho, pero se encontraron con tanta gente dispuesta a ayudar que Cáritas les amplió el número de familias y ahora son 16 jóvenes comprometidos todas las semanas, algunos de ellos vecinos chamberileros.


Jaime avisa por teléfono a la siguiente donante de que se retrasarán por el tráfico de la M30. Media hora después, Bea les recibe con tres packs. Ella es “donante fija”, colabora una vez al mes: “Quería ayudar pero no sabía cómo, me enteré de esta iniciativa por una amiga y les contacté. Es muy sencillo.” Normalmente dona dos packs, pero su amiga de Suiza le ha enviado una compra online porque quería colaborar. Paula y Jaime recogen también una bolsa de su vecina Rocío y antes de repartir los alimentos a las familias receptoras, empiezan la segunda fase, comprar alimentos con las donaciones que han recaudado por bizum.


El reloj marca las 20:30 y rápidamente se dividen la lista antes de que cierre el supermercado. Llenan dos carros con alimentos frescos, a los que han añadido desayuno y leche y a Paula y Jaime, se les suma otro voluntario, Íñigo. Las bolsas no entran en un solo coche y necesitan ayuda logística. Una vez cargada la mercancía, se dirigen a la primera familia receptora.


Instagram: @defamiliaafamilia

Desde Alcobendas a Pueblo Nuevo se aprecia el contraste de los barrios de Madrid, dónde la desigualdad es cada vez más visible. Esta vez es la casa de María Luisa y Daniel, la primera familia receptora. Es su visita más esperada de la semana, ambos en paro, ella cocinera y él rotulista. Con apenas 500€ mensuales tienen dificultades para mantener a sus tres hijos. Daniel les recibe agradecido por lo mucho que lo necesitan, “Sobretodo para los niños, se llevan embutido por las mañanas, pueden merendar con los lácteos, nos ayudan un montón”. Los voluntarios, emocionados se despiden hasta la semana siguiente y les dicen que si necesitan cualquier cosa no duden en ponerse en contacto con ellos.


De Pueblo Nuevo a Vicálvaro, la siguiente familia prefiere recoger las bolsas en su portal. Paula y Jaime se miran extrañados al ver bajar a una niña y su madre en manga corta, ya que la temperatura es de 10 grados. “Vais a pasar frío”, dice Paula preocupada, imaginándose que no es por elección. La madre, en un tono triste le contesta “No tenemos ropa de abrigo”. Sin dudarlo ni un segundo los voluntarios le tranquilizan diciendo que ellos se la conseguirán y se la entregarán la semana siguiente con los alimentos. Ella, con un brillo en los ojos se lo agradece, recoge los dos packs que le corresponden y se despide.


En el coche, los artífices de esta iniciativa planean cómo conseguir la ropa de abrigo para la semana siguiente. Escriben por el grupo de Whatsapp de la organización proponiendo la iniciativa y rápidamente sus compañeros la aceptan. Preguntarán a las demás familias si también lo necesitan y en sus redes sociales y los difundidos que mandan cada semana anunciarán que también recogen ropa en buen estado.


Joanna (prefiere dar un nombre ficticio), insiste al teléfono en que no hay ascensor en su casa, bajarán ellos a por los alimentos ya que son tres pisos y las bolsas son muy pesadas. En Ventas, ella y sus hijas acuden a por los packs, son una familia de cinco personas, pero Paula y Jaime saben que Joanna ayuda a su hermana en paro con un hijo de 4 meses y su hermano en rehabilitación, por lo que le han dado un pack extra. Charlan con ella amigablemente y les agradece que hayan incluido compresas y pañales en las bolsas. “Somos 4 mujeres en casa y parece que se comen las compresas”. Aprovecha y les pregunta que si en dónde colaboran tienen bolsa de empleo, a lo que le responden que ellos no, pero que colaboran con Cáritas que sí que la tiene. Aún así, le preguntan por su empleo en caso de que pudieran hacer algo, “Soy auxiliar clínica, he trabajado años en residencias, tengo experiencia acompañando a personas mayores, hospitalización o limpieza”. “Llame a Cáritas mañana, aún así nosotros preguntaremos”, contesta Jaime.


Cuatro horas después y recorrida la capital, Paula y Jaime, visiblemente cansados han terminado su reparto de alimentos, al igual que sus 14 compañeros en otras calles de Madrid. ¿Y ahora qué?, “Ahora yo me voy a casa a descansar que mañana tengo que estudiar”, dice Paula. “Yo me voy a tomar algo rápido y a casa que hay toque de queda”.


La generación de estos jóvenes no tiene fama de responsabilidad. Sin embargo, estos estudiantes universitarios no solo consagran su tiempo ayudando a personas con pocos recursos afectadas por la crisis que vivimos, se preocupan por las situaciones personales de cada familia e intentan hacer todo lo que esté en su mano por mejorar su vida. De familia a familia es una iniciativa humanitaria más necesaria que nunca.



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